Y llegas a estas soledad tan sentida saltando y revoloteando, cogiendo mariposas con tus blancas manos y guardándolas en este estomago vacío, muerto.
Llegas con la boca llena de nuves tibias que escupes delicadamente sobre mi oído quebrado.
Me hablas de soledad, a mi que siempre he vivido sin ti.
Me cuentas y yo huelo, hueles a pasto recién cortado y a madera húmeda que se intenta quemar.
Te lamo la punta del dedo indice. Siempre he querido conocer el sabor de los lulos secos y hoy sé que saben a la vibración en mi rodilla cada vez que hablas recostado sobre mi muslo derecho.
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